La kermés estaba lista para comenzar. Solo faltaban los invitados. Las negras nubes, las pesadillas de los anfitriones que les habían impedido dormir, comenzaron a hacer su presencia. El papel chino giraba en 90 grados, los farolillos se mantenían rectos pero sobrevivirían menos a las presumibles gotas que fueran a caer. La comida, hecha con agua, no quería lluvia, bueno, ella no sino sus creadores. Agua somos, agua bebemos.
Texto propio
Kermés es un término que he aprendido en México. Es de origen holandés aunque con escala en el francés antes de aterrizar en el castellano. La palabra la encontré en una guardería al lado de mi casa donde se señalaba que habría una de ellas. Asimismo Juan Villoro, un autor del que he estado haciendo un ciclo, lo nombra tanto en Dios es redondo como El Testigo.
El kermés es algo que se da en todos los países, pues toda la civilización tiene alguna vez una fiesta popular, algo humano, demasiado humano. La característica de este evento es que se da al aire libre y suele haber bailes, concursos y un sinfín de actividades lúdicas.
El término también puede definir el lugar donde se realiza la fiesta. Por tanto en la guardería que vi se transformó durante algunas horas en un kermés.
Dijimos que el origen de la palabra es holandés. También sirve para definir algo típico de las tierras de los Países Bajos: las pinturas y tapices flamencos que precisamente tienen por objetivo representar las kermés flamencas.